
Como seres concientes tenemos la capacidad de crear vida a través de nuestra energía sexual, por supuesto sólo en un sentido relativo. Solo podemos ser creadores sirviendo como instrumentos, pues los orígenes de la vida sólo pueden ser considerados y comprendidos en una causa espiritual última.
Si reconocemos el origen de toda vida como divino, será natural pensar en lo divino de nuestro propio ser, por lo tanto es natural aceptar que los fluídos sexuales de la procreación constituyen una energía extremadamente valiosa. El resurgimiento de una nueva ética, la cual fue conocida como “la preservación del planeta“, ha hecho que muchas personas comprendan que podemos obtener la libertad a través de ciertas restricciones; por ejemplo, por restringirse del uso de intoxicantes una persona puede gozar de la libertad de una conciencia clara.
Muchos de nosotros, debido a una positiva concientización, ahora no ingerimos comidas altamente procesadas, las cuales contienen una gran cantidad de conservantes químicos y por lo general tienen buen sabor, pero disminuyen nuestra duración de la vida. Similarmente, puede llevar un tiempo el considerar cómo el retener los fluidos sexuales puede prolongar nuestra vida, esto requerirá de un tremendo esfuerzo, pero sin duda será la causa de nuestra libertad de pensamiento, eximiéndolo de las ansiedades que ocasiona el querer disfrutar de la vida sexual.