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El sexo es sólo un acto fìsico, neutro en sí, y lo dotamos del significado que deseemos a cada momento.
Una niña que experimenta el sexo por primera vez a los 16 años (edad promedio en los 80’s), se arriesga a quedar fijada para siempre en la etapa adolescente, pues esperará siempre conseguir lo que quiere de la vida por medio de actitudes atractivas y seductoras. De esta menera el adolescente común rara vez se da cuenta que los demás existen y tienen sentimientos.
El celibato forzoso es tan malo como el sexo forzoso: en cuanto se percibe la falta de alternativa, se ven afectados la salud y posiblemente el funcionamiento mental.
Cuandoquiera que haya una relación sexual, habrá forzosamente momentos de hostilidad, pues el deseo y la satisfacción son diferentes en cada individuo, y jamás coinciden, al menos a largo plazo. De esta menera el acto sexual es, fundamental y necesariamente, un acto violento: el que lo llamemos violación o acto de amor depende sólo de las circunstancias.
Uno puede creer que desea la dimensión sexual, pero lo que realmente quiere es la fantasía, el modo en que desearía que eso fuera.
El hecho de que el sexo forme la base exclusiva de la relación, significa que ninguna de las partes siente respeto por la otra.
La intimidad de caracter sexual tiene el efecto de mantenernos en un estado de dependencia infantil, en el que buscamos constantemente a otras personas para que gratifiquen nuestros propios impulsos.
El sexo se ha convertido en un triste y equivocado sustituto de la autèntica intimidad.
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