La brahmacarya no es solamente para jóvenes, es también para los adultos y aún más para los ancianos. ¿Por qué? Porque la lujuria nunca llega a un punto final, a tal grado que ni siquiera desaparece en la vejez.
Hay una antigua historia que nos revela la influencia y la fuerza de la lujuria. Esta cuenta que en una ocasión un emperador de la India llamó a su ministro y le preguntó: "Mi querido ministro, consejero mío, dígame, ¿hasta cuándo me va a torturar la lujuria?". El ministro respondió: "Hasta que se muera, emperador". El emperador dijo entonces: "No, no puede ser. ¿Hasta que muera va a torturarme la lujuria? ¡Oh, Dios me salve, no puede ser!"
El ministro entonces le dijo: "¿Quiere que se lo compruebe?". "¡Sí!", respondió el emperador. "Entonces venga conmigo -dijo el ministro- y traiga a su joven hija también". Salieron enseguida a visitar al anciano padre del ministro que se encontraba en el lecho de muerte. Entraron en el cuarto y vieron al hombre recostado ya con los ojos cerrados. El ministro dijo: "Padre, ha venido el emperador a verte"; pero el moribundo anciano solo se quejaba de su dolor. Entonces el ministro agregó: "Padre, vino también su joven hija a verte". El anciano al instante levantó la cabeza y preguntó: "¿Dónde está la señorita?". El anciano no tenía la fuerza para ver al emperador, pero sí para contemplar a su joven hija. Así, esta sencilla y sabia historia nos muestra la influencia que la lujuria tiene sobre la conciencia, y la cual no pierde fuerza aún con el paso del tiempo y por el contrario, mantiene su propósito de acompañarnos hasta la muerte.
La invitación que nos hacen los Vedas y los grandes sabios es a entusiasmarnos para superar y trascender esta negativa influencia, ayudándonos de la práctica de la devoción, de la guía experta del maestro espiritual, del cultivo del conocimiento, y de la meditación en el Maha Mantra: HARE KRISHNA HARE KRISHNA, KRISHNA KRISHNA HARE HARE, HARE RAMA HARE RAMA, RAMA RAMA HARE HARE. Esta meditación constituye el proceso de autorrealización prescrito para la era actual, mediante la cual podemos despertar nuestra conciencia espiritual y junto con ella un profundo respeto por la vida.
Hay una antigua historia que nos revela la influencia y la fuerza de la lujuria. Esta cuenta que en una ocasión un emperador de la India llamó a su ministro y le preguntó: "Mi querido ministro, consejero mío, dígame, ¿hasta cuándo me va a torturar la lujuria?". El ministro respondió: "Hasta que se muera, emperador". El emperador dijo entonces: "No, no puede ser. ¿Hasta que muera va a torturarme la lujuria? ¡Oh, Dios me salve, no puede ser!"
El ministro entonces le dijo: "¿Quiere que se lo compruebe?". "¡Sí!", respondió el emperador. "Entonces venga conmigo -dijo el ministro- y traiga a su joven hija también". Salieron enseguida a visitar al anciano padre del ministro que se encontraba en el lecho de muerte. Entraron en el cuarto y vieron al hombre recostado ya con los ojos cerrados. El ministro dijo: "Padre, ha venido el emperador a verte"; pero el moribundo anciano solo se quejaba de su dolor. Entonces el ministro agregó: "Padre, vino también su joven hija a verte". El anciano al instante levantó la cabeza y preguntó: "¿Dónde está la señorita?". El anciano no tenía la fuerza para ver al emperador, pero sí para contemplar a su joven hija. Así, esta sencilla y sabia historia nos muestra la influencia que la lujuria tiene sobre la conciencia, y la cual no pierde fuerza aún con el paso del tiempo y por el contrario, mantiene su propósito de acompañarnos hasta la muerte.
La invitación que nos hacen los Vedas y los grandes sabios es a entusiasmarnos para superar y trascender esta negativa influencia, ayudándonos de la práctica de la devoción, de la guía experta del maestro espiritual, del cultivo del conocimiento, y de la meditación en el Maha Mantra: HARE KRISHNA HARE KRISHNA, KRISHNA KRISHNA HARE HARE, HARE RAMA HARE RAMA, RAMA RAMA HARE HARE. Esta meditación constituye el proceso de autorrealización prescrito para la era actual, mediante la cual podemos despertar nuestra conciencia espiritual y junto con ella un profundo respeto por la vida.
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